miércoles, junio 20, 2012

Siempre positifo

El artículo a continuación es en respuesta al redactado por un compañero: “Hablemos mal del fútbol

- “Escribo para hacer catarsis […] para expresar mi creciente antipatía hacia el fútbol y también hacia muchos de sus seguidores.”

Resulta bastante fácil hacer demagogia sobre casi cualquier tema, sobre todo si uno tiene facilidad para la palabra escrita y se toma su tiempo sopesando sus argumentos; Lo triste es que una energía que vibra en la gente se descalifique y se critique por ser, precisamente, del pueblo, de las masas… que todos formamos. Parece más una rabieta. Eso sí, muy bien articulada. Pero una rabieta en fin, cuyo toniquete rebotado se desprende ya desde el título: “Hablemos mal del fútbol”. Por hacer algo, y además mejor que guste a tanta gente… Así chincho a más.

- A diferencia de los juegos típicos de la Antigua Grecia “que además de cultivar el cuerpo alimentaban el espíritu,” el fútbol es “un mero espectáculo embrutecedor.”

No creo que el fútbol sea un engaña bobos. Ni creo que los aficionados a este deporte seamos tontos simplemente por ser muchos. Sí, el fútbol congrega muchedumbres, pero no veo qué malo hay en ello. El fútbol también cultiva el cuerpo y lo mantiene en forma (tomemos el ejemplo de Maradona como la excepción que confirma la regla) y, como cualquier actividad que supone un afán de superación o mueve a inspirar, también alimenta el espíritu. El fútbol no embrutece por definición, ni tampoco los conciertos de música moderna, ni nada que proporcione sano divertimento simplemente porque “congregue muchedumbres”. Por más que se quiera utilizar despectivamente, la palabra muchedumbre significa multitud de cosas o personas. A mi parecer es maravilloso que tanta gente, tantas personas; una y otra y otra disfruten y se emocionen juntas.

Recuerdo de pequeña jugar ‘a la pelota’ con mi abuelo en el callejón y pasar tardes enteras chutando a gol con mis primos a unas porterías creadas con palos, piedras e imaginación. Recuerdo las miles de veces que corrí calle abajo desde la plaza del pueblo porque se nos iba el balón. Recuerdo el equipillo de fútbol sala que teníamos en Brasil y las dos tardes a la semana que pasábamos entrenando, donde me consolidé como delantera compitiendo contra otros colegios que me llamaban ‘Paloma Gol’. Recuerdo la emoción y la experiencia de celebrar siendo residente la victoria de Brasil como penta campeón mundial. Recuerdo las nuevas amistades que forjé en Perú de viernes en viernes clavando los tacos de mis deportivas súper guays en el césped de la escuela. Recuerdo aquella noche de verano en que Papá, Mamá y yo nos despertamos de madrugada en un hotel de algún país latinoamericano para ver jugar a los colores de nuestra tierra, que tanto añorábamos. Recuerdo el gol de Iniesta y el momentazo de explosión de emoción junto a mi familia, celebrando todos juntos. Y recuerdo el lunes pasado, como tantos días, que nos reunimos todos para disfrutar alrededor de un deporte que, simplemente, nos gusta.

- “Abulia constante”

Disfrutar del fútbol y regodearse en la diversión que puede aportar no equivale a pasar del resto de la actualidad, a estar desinformado y a ser un borrego de los medios y de los políticos. De hecho ese me parece un argumento demasiado fácil…

Se critica también que el fútbol sirva de vía de escape frente a momentos difíciles. Pero, ¿por qué no vamos a divertirnos? Porque hay crisis. Sí, pues ala, a auto flagelarse.

Si existe una “abulia constante” en la sociedad no creo que sea culpa, precisamente, del fútbol. Como cada día, esta mañana he visto el informativo diario mientras desayunaba. Después, he leído las noticias de los periódicos El País, El Mundo, y el New York Times. He leído noticias sobre las elecciones en Grecia, sobre la coyuntura económica española, sobre la campaña presidencial en Estados Unidos, y también he leído la crónica deportiva de la selección española sobre el partido de anoche en la Eurocopa.

- “Con qué orgullo se cuelga cada ciudadano la victoria de sus deportistas y con qué indiferencia se ven las desdichas de sus propios conciudadanos.”

En los últimos meses he salido varias veces a la calle a protestar por medidas que me parecen injustas y he recorrido las calles de mi ciudad acompañando a movimientos con los que me he sentido identificada. Muchos futboleros hemos contribuido a la nueva luz de Sol.

Sigo a los deportistas de mi país cuando triunfan y también cuando no; de esta manera siento que represento a la mayoría de los aficionados al deporte. Sí, me siento orgullosa de mis deportistas. También de mi gastronomía, de mi patrimonio cultural… Y no, no siento indiferencia ante las “desdichas” de mis “conciudadanos”, como sugieren algunos anti futboleros. Ese es un comentario gratuito que no creo que me merezca simplemente por lucir, en los días de partido, una camiseta roja.

- “Pábulo de los nacionalismos” e “innobles pasiones”

La competición deportiva no enajena a las diferentes nacionalidades ni promueve el nacionalismo fanático. En el fútbol se castiga severamente el racismo en el terreno de juego y entre el público. Precisamente por llegar a las masas, este mensaje de convivencia y de tolerancia cero a la violencia en el deporte tiene mayor alcance. El fútbol, en todos los niveles, promueve el juego limpio. Se juegan partidos amistosos entre selecciones nacionales y grandes jugadores jubilados vuelven anualmente al césped para disputar amistosos contribuyendo con campañas solidarias masivas.

Además, fuera de los Mundiales y de las competiciones regionales entre naciones, los equipos de pequeñas y grandes ligas están formados por jugadores de una amalgama de razas, culturas y orígenes sin igual. La diversidad de procedencia de los integrantes de cualquier equipo de fútbol permite, por ejemplo, que un chiquillo manchego pueda admirar y aprender a respetar a un congoleño, a un costarricense y a un paraguayo igual que a un murciano… Y todo, por el ejercicio que le hace crecer cuando se junta con sus padres, sus primos y sus amigos a ver un partido en el estadio Carlos Belmonte del Albacete Balompié. Por ejemplo.

Entre los aficionados al fútbol hay pesados, hay imbéciles, hay violentos y necios. Pero esas condiciones humanas se dan en todos los ambientes, en todas las edades, en todos los sexos y en todas las nacionalidades, en todas las creencias. No es algo intrínseco del fútbol, sino del ser humano. Hay fanáticos del fútbol, como hay fanáticos de la política, etc. Pero no tachemos “a la masa” de fanática, de irracional, ni hagamos política con el fútbol porque así es como se le dota de lo que se le acusa y pierde su magia, su valor, su esencia: el deporte.

- “El dios Fútbol” y los amigos “que me han invitado” y “me han querido explicar lo fantástico” del fútbol

Me parece muy normal que alguien no disfrute del fútbol, tal y como me lo parece de cualquier otro deporte, entretenimiento o incluso ‘espectáculo’ (por complacer al autor de “Hablemos mal del fútbol”). Pero también me parece natural esa tendencia que tenemos las personas de querer compartir con nuestros amigos aquello que nos emociona. Sea lo que sea. A unos les emociona el fútbol y a otros les emocionan autores argentinos contemporáneos.

Por eso entiendo que ser invitado a ver un partido de fútbol no debe ser interpretado como un acto coercitivo para entrar en una secta ni en una nueva fé. Es simplemente una invitación a pasar un tiempo con amigos. Quizá haya que cuidarse de extender invitaciones así alegremente, no vaya a ser que me tachen de fanática o de anestesiada contra la crisis de España. Pero yo seguiré disfrutando de las cañas del fútbol con quien me quiera acompañar.

No pretendo con esto hacer apología del fútbol, pues realmente poco me importa. Simplemente defiendo un reproche puntual que juzgo injusto contra la afición al fútbol. El fútbol es algo que yo vivo, que disfruto y me sirve para eso. No es para mí ninguna religión, ni tengo interés alguno en crear más “allegados”.

El fútbol, al fin y al cabo, es como cualquier cosa. Todo es criticable. Y de hecho a quienes nos gusta tanto, nos disgustan más sus aspectos más feos. Pero todo, también, es apreciable. Y yo me quedo con lo bueno. Como diría uno que sabemos los aficionados: “Siempre positifo, nunca negatifo.”

1 Comments:

Anonymous Juan said...

¡Toma ya! Fantástico. Sucribo la réplica coma por coma y beba por beba.
Eso le pasa a tu compañero por leer, probablemente, a Vargas Llosa, otro estirado del asunto.

6/23/2012  

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